Reflexión Unidad Didáctica 1

Llevamos dos semanas de la asignatura de Habilidades Docentes y Gestión del Aula de ELE y ya he aprendido a hacer una Infografía en Canvas y a crear un Blog (este en el que estoy escribiendo ahora). Me sorprendo a mí mismo, puesto que con la nomenclatura de los "millenials" me considero un 'viejoven'. Es decir, que, a pesar de mi edad, 28 años, soy un inútil para las nuevas tecnologías. Me gusta leer los libros en papel, las facturas del agua y el gas me siguen llegando por correo postal (eso debería cambiarlo, pobres bosques), en mi trabajo se sigue usando la máquina de escribir en algunos momentos determinados, prefiero llamar por teléfono o quedar físicamente con alguien a hacer videollamadas o escribir eternos mensajes de WhatsApp, soy de los pocos que no teletrabaja por efecto de la COVID-19, en fin, sólo me haría falta ir vestido de época, llevar monóculo, bastón y fumar en pipa, para acabar de ser el 'viejoven' perfecto.

La materia que estamos trabajando en esta modalidad de educación a distancia, al igual que el máster en sí, están siendo muy novedosos y enriquecedores para mi formación personal. Tanto en el campo ELE como a la hora de aprender a usar nuevos recursos electrónicos y didácticos. Pues hay cantidad de Blogs de todo tipo (culinarios, jurídicos, micológicos, vinícolas, excursionistas, etc.) y la creación de este Diario del Profesor, tanto para la autoreflexión, como para poner en común experiencias de campo, ideas y opiniones personales, opciones de trabajo o de desarrollo curricular, intercambio fluido entre colegas, la posibilidad de conectar con pares que de otro modo sería muy costoso o casi imposible, por la distancia física o de pensamiento, me parece algo muy útil, si bien es laborioso y merece dedicarle un tiempo de calidad. Cosa que hago con gusto.

Hasta ahora, reflexionar sobre la figura del Buen Profesor y recordar cómo son o pueden ser mis clases de ELE me suscitan interrogantes que no se me habían presentado todavía. Así pues, me pregunto a mí mismo: ¿Qué clase de profesor quiero ser cuando termine el Máster? ¿Cómo será mi primera clase? ¿Por qué me gustaría que me recordaran mis futuros alumnos? ¿Seré capaz de memorizar los nombres de las distintas generaciones de estudiantes que tendré? ¿Se entablarán relaciones más allá de lo académico, es decir, que de allí nazca una amistad o un intercambio profesional con los alumnos? ¿Qué debo saber cuidar de mi carácter para que no interfiera con la sensibilidad de mis estudiantes? ¿Qué papel les daré a los aprendices en mis clases? ¿Querría ser alumno de mí mismo?

Confío en ir adquiriendo herramientas y habilidades docentes para gestionar todas las preguntas antes planteadas, y más que se quedan en el tintero, o en el teclado, por usar una terminología más acorde a los tiempos de las TIC.

Querría acabar con una reflexión final respecto a las tres competencias que son propias del profesor, a saber: organizar situaciones de aprendizaje, evaluar el aprendizaje y la actuación del alumno, e implicar a los alumnos en el control de su propio aprendizaje. Pienso que la clave de todo reside en tener un grado de empatía y de optimismo en uno mismo y en sus alumnos que produzcan lo que se conoce como "efecto Pigmalión", aquello que quieres que ocurra, ocurrirá. Es cierto que tal afirmación es muy superficial, y es necesario descender a la realidad concreta y tangible de cada grupo. No obstante, cuando uno mismo está cargado de energía y vitalidad, y se es capaz de despertar el interés en el alumno por aprender y que vaya más allá de lo que se espera estrictamente en el aula, allí se produce una conexión bellísima, en que las figuras de alumno y profesor quedan desdibujadas y emerge una nueva realidad en que ambos son buscadores del mismo fin, haciendo eco del poema de Machado: "¿Tú verdad? no, la verdad; y ven conmigo a buscarla", y adaptándolo al contexto educativo, sin entrar en disquisiciones morales/teológicas lo traduciría como un "vamos los dos juntos a recorrer este camino y dejémonos sorprender por lo que venga". Si bien habrá puntos en que no podamos ser totalmente flexibles, pues se cronificarían errores de dicción, o de conjugación de verbos, etc. Además de que yo mismo no soy partidario del relativismo, pienso que nos llevaría a situaciones absurdas. Puesto que las reglas gramaticales son claras. Así reza el lema de la RAE "limpia, fija y da esplendor". Ello no quiere decir que, el camino de aprendizaje deba penalizar el error, ni mucho menos, pero debemos tener siempre presente nuestra meta, que es lograr un dominio del nivel que corresponda a cada estudiante de la Lengua Meta. 

  

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