“La mayor señal de éxito para un profesor es poder decir: los alumnos están ahora trabajando como si yo no existiera” Maria Montessori (1970), educadora y pedagoga italiana.
¿Cómo se puede alcanzar este objetivo? ¿Lo has conseguido alguna vez? ¿Qué actividad o dinámica puede ser favorable para conseguirlo? ¿Qué significa para ti ese “como si”?
Para afrontar las respuestas a las preguntas planteadas, en lugar de ir respondiendo de una en una de manera sistemática he optado por una reflexión general que las abarque todas. Asi pues, me gustaría tomar como referente a mi hermana Helena. Ella es maestra de Educación Primaria y lleva todavía poco tiempo de ejercicio profesional. No obstante, vive su trabajo como una verdadera vocación laboral, en la que se siente cómoda, querida por sus alumnos y pares de la Institución en la que trabaja y con una relación frecuente con los padres de los estudiantes.
Recuerdo que, cuando mi hermana, todavía estaba en prácticas de la Universidad, un año fue a parar a un colegio, donde la tutora encargada del curso (niños/as de 2º de Primaria, esto es, 6-7 años de edad) cada día antes de empezar con los deberes o la asignatura que tocara hacía un repaso del estado emocional de los pequeños: si habían discutido en el patio el día anterior, si alguno había sido objeto de burla o desprecio por otros, si alguno presentaba algún tipo de desatención, etc. De tal manera que, conseguía equilibrar los roles dominantes y sumisos, orgullosos y tímidos, haciendo que todos fueran conscientes de las necesidades afectivas de sus compañeros, provocando la auto-reflexión de los conflictos y desencadenando de manera natural las pedidas de perdón y reconciliación con un abrazo, y diluyendo la figura del/la líder abusón/a y empoderando a los alumnos más rezagados o lentos, haciendo que todos tomaran consciencia de pertenencia a un mismo grupo, que todos eran valiosos y queridos por su profesora y compañeros y tratándoles con una exquisita capacidad dialógica que podría mantener con un adulto. Lo cual, hacía que los niños se sintieran realmente importantes, y dignos de tener conversaciones “serias” sin aniñamientos, o deformaciones lingüísticas, que, en lugar de acercarse la profesora a ellos por ese medio, conseguía un efecto rebote de “no me toma en serio, me sigue tratando como un -niño pequeño-”.
La inversión de tiempo y esfuerzo que hacía la tutora de mi hermana, estando ella en prácticas, en revisar el ‘filtro afectivo’ de sus alumnos cada día, antes de empezar la jornada escolar, si bien, suponía una motivación fuerte por parte de la docente y una constancia digna de admiración, redundaba en un funcionamiento de la clase y del curso cuasi angelical, en algunos momentos.
Mi hermana me explicaba extasiada, lo mágico que le había parecido compartir ese tiempo de formación con esa profesora. Cómo se cuidaban los niños, compañeros de clase entre sí y cómo se ayudaban unos a otros a resolver las dudas que el más torpe no era capaz de entender, pero el líder, tomando conciencia de que su compañero está ‘en el mismo barco’ que él y van en la misma dirección, usando sus palabras de niño, hacía que el “tonto” entendiera lo que le explicaba el “listo”. Y en lugar de acrecentar la distancia entre uno y otro, lo que se producía era un acercamiento de compañero/amigo.
Qué pretendo decir con toda la parrafada anterior, pues que, el papel del profesor puede ser fundamental en la vida de las personas. Y no porqué el ‘profe’ sea el almacén de todo el conocimiento, cosa del todo imposible. Ya que Wikipedia y Google saben mucho más. Sino porqué un docente enamorado de su profesión, puede tocar los corazones y las mentes de sus alumnos. Y sin que ellos se den cuenta quizá, en toda la vida, probablemente, gracias a que tuvieron a tal profesor y no a tal otro, han sabido gestionar situaciones de conflicto emocional que de otro modo les hubiera pasado una grandísima factura, y no exagero (depresiones infantiles, suicidios de adolescentes, inadaptaciones sociales, trastornos de la conducta alimenticia, etc.) y al revés, gracias a haber adquirido ciertas rutinas vitales, son capaces de criar mejor a sus hijos, de hacer una escucha activa con la pareja o en la familia, y a saber mediar, quitando hierro y pacificando las situaciones tensas o delicadas en sus trabajos de adultos. Ya que vienen con una base emocional y educacional sólida. Con una visión del mundo como un lugar en el que crecer y explorar y no como un sitio inhóspito, del que defenderse de los ataques de los que no piensan o actúan como uno.
Le estoy muy agradecido a mi hermana cada vez que compartía sus impresiones sobre su tiempo de prácticas en ese colegio. Porqué a la vez, ella los ha incorporado, en la medida de lo posible, de sus conocimientos y técnicas, a su desenvolvimiento docente y es feliz con sus niños, que le dan un fuerte estímulo para ir cada día al colegio, a pesar de los afanes y frustraciones del día a día. Más de una vez, y casi siempre le digo, cómo me hubiese gustado tener una profe como tú. Y los dos, nos miramos, y nos reímos a mandíbula batiente y nos damos un fuerte abrazo. Creo que Helena ha conseguido, al menos en alguna ocasión, ese “como si yo no existiera” de Montessori, pues la anécdota que he contado más arriba del compañero más avanzado que motu proprio le explica la lección al más rezagado no es una simple anécdota, ocurría y le ocurre con asiduidad en sus clases.
Y así me gustaría terminar este espacio de reflexión, en que me encantaría parecerme un poco a mi hermana en su gestión del aula si alguna vez acabo trabajando con niños pequeños. Pues tratándolos con la dignidad y el respeto que se merecen y dotándolos de las técnicas adecuadas de autoconocimiento se pueden generar sinergias muy positivas y enriquecedoras para todos. Otro ejemplo de rabiosa actualidad ha sido el comportamiento generalizado de los niños durante la cuarentena dura impuesta en España a raíz de la COVID-19, en que, los niños, lejos de ser un foco de problemas, se han tomado muy en serio su cuota de responsabilidad social, teniendo muchos una alta dosis de autodisciplina y empatía con la situación que se vivía de angustia e incertidumbre. Muchas veces, el maestro es el alumno.
Si has llegado hasta aquí te invitaré un café cuando sea posible. Gracias sufrido lector por tu tiempo.
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